GRACIAS

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A todos los que visitan Mi Rincón, me dejáis vuestros comentarios: ¡¡Gracias!!. No suelo contestar a vuestros comentarios en las entradas, así que quede aquí mi gratitud.

viernes, 28 de enero de 2011

Destino

Para su gusto la habitación estaba demasiado oscura. A ella le gustaba la luz, acostumbrada siempre a la de su tierra. Incluso ni para dormir le molestaba la luz. Cuando, más tarde, recreó esa tarde, pensó que también esa semioscuridad formaría parte del decorado.

La habitación no era demasiado grande. Lo justo para una mesa de camilla, pequeña, un par de sillas, colocadas estratégicamente una enfrente de la otra. Unas plantas en uno de los rincones. Algún cuadro. Le llamó la atención una lámina de un Corazón de Jesús. Habría algo más, pero no lograba recordarlo.

La pitonisa era una mujer grande. Morena, ojos oscuros y hermosos, que se clavaban en los suyos con descaro.

Mientras barajaba el Tarot, iba comentándole cosas de su vida, de la pasada, y ella iba asintiendo un poco asustada quizás.

-Corta con la izquierda y concéntrate en lo que te ha traído aquí.

Obediente hizo lo que le pedían. Cortó la baraja con la izquierda y se concentró todo lo que pudo.

Las cartas se fueron esparciendo por la mesa, la pitonisa pasaba las yemas de los dedos por ellas, como si las acariciara.

-Bien. Las cartas me hablan de un cambio en el trabajo. Te va a llegar un dinero por sorpresa. 
En tu vida sentimental, que es lo que te interesa, no habrá cambios.

-¿Ahora?.  Se atrevió a preguntar.

-Nunca. Estarás sóla siempre. Habrá hombres en tu vida, eres joven y atractiva, pero estarás sola. Ese es tu destino.

 

lunes, 10 de enero de 2011

Naranjas y nueces

El aparador de la salita en casa de la abuela, ya no tenía más hueco para guardar recuerdos. Con los años, tantos ya, la abuela había ido acumulando tarjetas, platitos de viajes, dedales, juegos de café incompletísimos, sorpresas de roscón, frascos de colonia bonitos y vacíos, cientos de cacharritos que a Mónica le encantaba mirar, repasar, tocar.

A Mónica la dejaban algunas tardes con la abuela, mientras sus padres se ocupaban de alguna tarea en la que la niña sólo sería un estorbo. Y a ella eso le encantaba. Solía mirar a su abuela desde abajo. Ponía su barbilla apoyada en la mesa de camilla, y elevaba su mirada de aguamarina hasta que se topaba con la cara serena de su abuela.

-Me gusta tu color azul del pelo abuela
- Ah, eso ha sido un capricho de mi peluquera, dice que los reflejos azules son más elegantes. A mí me da igual, la dejo hacer.

La niña se embobaba escuchándola. No se cansaba de oirle sus historias, mil veces repetidas, pero le pasaba como con los cuentos, mil veces escuchados y mil veces sorprendentes.

Las manos de la abuela eran blancas y firmes. Con qué delicadeza le despejaba la frente de aquel  flequillo rubio que se empeñaba en cubrirle los ojos color del mar.

-Así está mejor.

Merendaban siempre naranjas y nueces. Su abuela cogía la naranja y empezaba a pelarla por uno de los polos, iba deslizando el cuchillo por toda la fruta, rodeándola, sin romper la cáscara, y eso era fascinante.

miércoles, 5 de enero de 2011